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Es hora de que los muertos descubran qué historia se perdieron. Diego les dirá

El motivo fue el título del Napoli en 1987. El primero en la historia para el club italiano. Algo que, según el estado de cosas en Italia, no debería haber pertenecido al ‘Paraíso del Sur’. Pero sucedió. Los vivos estaban tan felices, que fueron a informar a los muertos.

Todo vino y se fue con él. Alegría y tristeza. Felicidad y desgracia. Recuerdos e historias. Ya no está, ni lo estará, pero sus hazañas y leyendas han sobrevivido. Esculpió por la eternidad en los corazones de una ciudad y de personas.

Como el sol de la bandera argentina, Diego Armando Maradona brilló en Nápoles y prendió fuego a los temperamentales napolitanos. El éxtasis en Nápoles fue tal, que la bandera en el cementerio tenía sentido. Los que no vivieron para ver ese año en Nápoles con Maradona, se perdieron la mejor fiesta de la historia de la ciudad y de Italia. Nadie sabe celebrar como los pobres. Y él era la bandera de los marginados y humillados. El sol de la libertad.

¿Pueden Messi y Ronaldo ir hoy a Fiorentina, Sampdoria o Cagliari y ganar el título? Seguramente no.

Maradona hizo precisamente eso. Y por eso es grande. El más grande.

Los muertos no saben qué tipo de historia se perdieron. Quizás Diego les esté diciendo ahora. Se fue a los cielos para devolver esa mano de Dios que había tomado prestada. Durante mucho tiempo caminó por la tierra como un dios. Sus 60 eran como los 600 de alguien. Así es con las deidades.

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