Luis Sinisterra, graduándose en Europa. Él sabe que es una estrella en ascenso y que pronto le tocará el turno en las grandes ligas. Mientras llega ese momento, hace pininos en torneos de menor calibre, como la Eredivisie y la Conference League. En la tercera competencia de importancia en la UEFA, el Feyenoord estaba a un pasito de la gran final.
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Para clasificar tenía que hacer prevalecer el 3-2 de la ida, ahora visitando Marsella. Allí el Olympique de Jorge Sampaoli le plantaría cara, sabiendo que ganar por la mínima forzaba la prórroga. El estadio Velodrome estuvo a reventar, al menos las zonas habilitadas. Con pólvora, todo parecía un infierno en el que los de Róterdam debían sobrevivir.
Se esperaba un partido lleno de goles, tal cual la ida, pero no fue así. De hecho fue un encuentro cerrado, con mucho nerviosismo y poca participación ofensiva. En ello, Sinisterra fue víctima de la poca ambición del Feyenoord, cuidando su renta para meterse en la final de Tirana (Albania).
Impotente, el Marsella no podía romper el cero hasta el final del encuentro. El Feyenoord sufrió poco y estaba cada vez más cerca de la final, aunque Sinisterra ya no estaba en cancha. El tiempo expiró y el equipo holandés se instaló en una definición continental después de 20 años, algo que se dice fácil, pero se consigue difícil. Mucho en parte a un colombiano, el otro Lucho.